Los prostíbulos, las casas de citas y los table dance campeaban en el Acapulco de Félix Salgado Macedonio. Un activista condecorado, una exdiputada local y periodistas recuerdan cómo gobernó el puerto el ahora precandidato de Morena a la gubernatura de Guerrero.

Han pasado 15 años, pero a Juan Manuel Estrada, activista galardonado con el Premio Nacional de Derechos Humanos, aún se le escucha la frustración en la voz: estuvo muy cerca de desmantelar por completo una red de prostitución infantil en AcapulcoGuerrero, pero la corrupción del municipio se lo impidió.

“¡Les dimos todo y no hicieron nada!”, se exaspera el defensor de derechos humanos durante una entrevista. “Nos tomó años una investigación sobre lo que pasaba en Acapulco y los municipales dejaron libres a los culpables”.

Esa investigación de la que habla Juan Manuel Estrada inició entre 2002 y 2003 contra una red de pornografía infantil en Jalisco encabezada por el mexicano Alfonso Arciniega y los estadounidenses Phill Anthony Simone y Thomas E. Grisardy. Y se extendió hasta Acapulco, donde descubrió una madeja de turistas sexuales, empresarios de giros negros, policías y funcionarios coludidos.

 

 

 

Sus investigaciones –tres años después– demostraron que, mientras los niños eran vendidos en cibercafés en Acapulco tolerados por autoridades municipales, las niñas eran rentadas en fiestas, casas de citas, yates y table dance. Por años, Juan Manuel Estrada recopiló direcciones y nombres y las entregó a funcionarios locales, confiado en que salvaría a decenas de niñas y niños.

“Pero el operativo de Acapulco fue un chiste: nos dimos cuenta que no podíamos contar con el municipio. Ellos sólo arrestaron a canadienses y estadounidenses… dejaron a todos los mexicanos libres, ¿por qué? Porque eran sus protegidos, porque el municipio los cuidaba. No pudimos desmantelarlos como yo hubiera querido”.

“¿Quién era la máxima autoridad municipal en ese entonces?”, le pregunto a Juan Manuel Estrada, quien en 2014 recibió el máximo galardón nacional en derechos humanos por su trabajo contra la explotación sexual infantil.

“Claro que me acuerdo: el alcalde era Félix Salgado Macedonio”.

Félix Salgado Macedonio es el personaje más polémico en el calendario político de este 2021. Sin embargo, hace tres años pocos se acordaban de él. En 2018, tras un periodo de sombras, regresó a la vida pública de la mano de Andrés Manuel López Obrador para competir por una senaduría en su natal Guerrero, la que alcanzó con una victoria arrolladora.

Era un triunfo fácil de pronosticar: en Guerrero había sido fundador del PRD, diputado local, legislador federal, dos veces candidato a la gubernatura y alcalde –entre 2005 y 2008– de Acapulco, tiempo en el cual le apodaron “El Señor de los Table (dance)”.

Hay dos Félix Salgado Macedonio que conviven en el cuerpo de ese ingeniero de 64 años: el político experimentado con un pasado de defensor de los más pobres de su estado y que es extremadamente fiel a la Cuarta Transformación. Y el guerrerense al que le seduce la fiesta, la fama, las motocicletas Harley Davidson y rodearse de mujeres jóvenes.

Sus simpatizantes dicen que es apreciado porque tiene buenas relaciones con la gente más humilde del puerto y con los empresarios turísticos más ricos de la costa; sus críticos dicen que su popularidad se debe a los tratos que hizo con redes de trata de personas y narcos, como los hermanos Beltrán-Leyva y su protegido, Édgar Valdéz Villarreal, “La Barbie”.

Este año, pretende alargar su suerte y ser candidato de Morena a la candidatura de Guerrero, un camino que parecía despejado… hasta que, al menos, tres denuncias por abuso sexual y violación han frenado su paso a lo que parecía una nominación segura.

Las historias de las mujeres que acusan a Félix Salgado Macedonio –hoy investigado sin ser hallado culpable, todavía– han reavivado los recuerdos de sus tiempos como presidente municipal de Acapulco, cuando los prostíbulos, las casas de citas y la prostitución campeaban a la orilla de la arena dorada y del mar profundo.

FÉLIX Y SU HAREM DE JOVENCITAS

“Félix Salgado Macedonio sólo se rodeaba de mujeres jóvenes, algunas incluso parecían menores de edad. Tú entrabas a la presidencia municipal y tenía un harem de jovencitas que le hacían todo: le acomodaban los papeles, le servían agua, lo atendían como rey”.

Julieta Fernández, diputada local en Guerrero del 2012 al 2015, así recuerda cómo era entrar al despacho del hoy morenista para pedirle que actuara sobre algún servicio en Acapulco.

“Tú lo veías con 30, 50 muchachas a su alrededor. Lleno de mujeres. Niñas, universitarias, siempre jóvenes. Muy guapas. Las elegía guapas. Cualquiera que haya conocido a Félix (Salgado Macedonio) cuando era alcalde te lo puede decir: si eras bonita, él te hacía un espacio a su lado”.

En aquellos años, recuerda Julieta, la prostitución infantil que hoy existe escondida en el puerto era visible y a plena luz del día, gracias a la tolerancia de los subalternos del entonces presidente municipal.

“Acapulco se volvió el destino turístico sórdido por excelencia. Nadie ponía un alto. Podías conseguir niños en situación de calle, niñas en los barrios históricos, en las playas, en todos lados y nadie hacía nada. El pacto social reflejaba el pacto de gobierno: yo creo que, en tiempos de ese señor, uno de los mejores negocios era tener table dance y prostíbulos”.

ENTRE EL TABARES Y PROSTÍBULOS

Este es el Acapulco “macedoniano” que recuerdan veteranos periodistas locales que trabajaron en los tiempos de Félix Salgado Macedonio como alcalde del puerto turístico.

Los cuatro reporteros han pedido que sus nombres reales no aparezcan, por miedo a las represalias, si el morenista consolida su candidatura y gana la gubernatura. EMEEQUIS los ha identificado plenamente y trabajan en medios nacionales y guerrerenses reconocidos.

“Hache” recuerda que, siendo alcalde, Félix Salgado Macedonio pavimentó la zona de tolerancia de Acapulco. Con dinero público quitó el empedrado de las calles que entorpecían la llegada de clientes hasta los table dance de mafiosos y prostíbulos donde escondían a menores de edad y, en su lugar, ordenó colocar un pavimento liso y llano para que los clientes llegaran hasta esos giros negros sin dañar sus autos.

 

“Ele” dice que el asfalto nuevo no era sólo para los clientes: los dueños de esos negocios necesitaban caminos rápidos para huir de los operativos de la policía. Y la presidencia municipal se los regaló, como también les dio luminarias nuevas para que las cantinas donde se rentaban a niñas de secundaria se vieran desde la costera.

Policías y narcos –que en Acapulco solían ser lo mismo– sabían que había un prostíbulo protegido por autoridades municipales por ser una especie de zona de tregua: una propiedad con estacionamiento de paredes de piedra y un arco en la puerta de la casa de dos pisos. Le llamaban “La Rebeca” y operaba dentro del fraccionamiento Marroquín. “Qu” recuerda que a tres calles vivía Félix Salgado Macedonio, quien jamás movió un dedo para clausurarla.

En el verano de 2006, “Uve” cubrió el asesinato de una niña en la colonia La Laja, una de las más peligrosas de Acapulco. La habían violado y aventado su cuerpo en una brecha. Cuando llegó al sitio, un conocido policía municipal, “El Dandy”, le ordenó que se retirara. “Le voy a decir al alcalde que quieres hacerlo quedar mal”, le dijo y le enseñó su arma de cargo.

Esto era un secreto a voces, dice “Hache”: las bailarinas más guapas que se desnudaban y se prostituían en el popular centro nocturno Tabares cobraban sueldos en la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado del Municipio de Acapulco.

Félix Salgado Macedonio no dormía solo, dice “Ele”: recuerda que, cuando había sospechas de que el gobierno federal catearía su casa en busca de evidencias de su colusión con el crimen organizado, pedía que varias mujeres se alojaran con él para protegerlo.

Para “Qu” no hay duda: en table dance como Foxys, Maxim, Platinum, conseguir una niña o un niño era tan fácil como pedir una cerveza. Todos susurraban que no había forma que pudieran operar así sin protección oficial.

“Uve” nunca pudo publicar esto. Está segura que sucedió, pero ni el periódico en el que trabaja ni su familia le hubieran permitido escribir sobre lo que le contó un policía federal: en una mansión en la lujosa zona de Las Brisas, Félix Salgado Macedonio se apareció de madrugada. Enfiestado, bailarín, como siempre. De la mano de tres muchachas con poca ropa, demasiado jóvenes para tener una credencial de elector.

EL PROTECTOR DE LOS TABLE

Tras las denuncias de agresiones sexuales en su contra, Félix Salgado Mecedonio ha optado por guardar silencio.  La única vez que ha hablado del tema fue en privado, cuando compareció ante la Comisión de Honor y Justicia de su partido, Morena, y se defendió.

En público, su principal abogado ha sido el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien en las mañaneras han insistido en que, en el fondo, quienes lo acusan tienen una motivación electoral. El titular del Poder Ejecutivo ha dicho que sólo actuará contra su viejo amigo hasta que haya una sentencia condenatoria y no sólo denuncias cuya investigación está en curso.

 

En las últimas semanas se han dado manifestaciones de feministas contra Salgado Macedonio. Foto: Cuartoscuro.com.

Pese a que decenas de colectivos feministas –y mujeres dentro y fuera de Morena– han pedido que renuncie ante los testimonios que lo ubican como un violador o acosador, Félix Salgado Macedonio y el presidente se han mantenido firmes en su determinación: el hombre con fama de proteger giros negros está empecinado en que su nombre aparezca en la boleta electoral como agente de la transformación de la vida pública del país.

Un caso, coinciden todos los entrevistados por este reportero, ilustra su complicidad del entonces alcalde Félix Salgado Macedonio con los table dance: el lujoso antro “XXXoticas”, donde  menores de edad y adultas extranjeras bailaban desnudas y pagaban a los hermanos de los Beltrán Leyva por dejarlas prostituirse en sus cabinas.

“XXXoticas” fue, durante la presidencia municipal del hoy morenista, el table dance de moda. Escandaloso, excesivo. Nadie se atrevía a multarlo, menos a clausurarlo.

Hasta que un día, un operativo federal de madrugada los sorprendió y bloqueó sus puertas y ventanas. Los agentes encontraron fusiles de asalto AK-47, granadas, armas cortas, droga, celulares y radios. También esclavas sexuales bajo el yugo de sicarios.

 

Félix Salgado Macedonio (derecha) cuando era alcalde de Acapulco, acompañado de Genaro García Luna y Zeferino Torreblanca. Foto: Cuartoscuro.com.

Al día siguiente del operativo, la Secretaría de Seguridad Pública federal presentó a los ocho detenidos y anunció lo que todos sabían en el puerto guerrerense: ese table dance era propiedad de Édgar Valdez Villarreal, “La Barbie”, quien desde hace cuatro años actuaba como el verdadero dueño de Acapulco.

“¿Por qué los chingaron, si eran protegidos de Félix?”, pregunta “Ele”. “Fácil: porque el operativo fue en 2009 y Salgado Macedonio ya llevaba un año sin ser alcalde. Mientras fue presidente municipal, nadie hubiera tocado ‘XXXoticas’. Te digo que era el que controlaba todo el desmadre en Acapulco”.

ACAPULCO, EL PEOR REFLEJO

“En el Acapulco de 2005 a 2008 era imposible ir tras giros negros, trata de personas, prostitución infantil”, lamenta Juan Manuel Estrada, un poco más calmado frente a la frustración que le asfixia el recuerdo de los operativos frustrados.

“Hacían uno o dos operativos. Algo tranquilo, sacando a extranjeros del puerto, pero a los mexicanos, los clientes, los poderosos, a esos no se les tocaba. Vaya, ni siquiera uno se atrevía a llamar a la policía municipal. Había instrucciones de ir contra quienes denunciáramos, no contra los criminales”.

Juan Manuel Estrada, nominado en 2018 al Premio Nobel de la Paz, no oculta su enojo: ¿a cuántas personas se pudieron salvar en aquellos años? ¿cuántos niños en Caleta, Caletilla, el Zócalo, La Quebrada, el Parque Papagayo, pudieron rescatar? ¿cuántas niñas se extinguieron en yates, bares, table dance, fraccionamientos y hoteles de lujo, mientras el municipio se enriquecía del turismo sexual internacional?

“Esos años, esa administración, es el reflejo de lo peor que tenemos como país: ¿quiénes somos, si no podemos defender a los más vulnerables?”.

Ahora mismo, dice el activista, mientras alguien lee estas líneas, algo horrible debe estar pasando en Acapulco. Una herencia criminal que se pudo cortar hace años, pero que se dejó crecer en una administración que tiene nombre y apellido y que, como premio, quiere ser gobernador.

FUENTE: M-X.COM.MX