En medio de este proceso electoral en la Universidad Autónoma de Querétaro cada vez salen más verdades a relucir y secretos que se tenían muy bien guardados…o no tanto.

Y es que resulta que la rectora de la UAQ, Teresa García, cada vez se debilita más en este proceso y su pérdida de paciencia la ha llevado a meterse de lleno en un proceso del que debiera mantenerse neutra, imparcial y respetuosa.

En un discurso completamente retorcido, ha pedido se haga valer la verdad y el honor que emana el propio lema del Alma Máter, sin embargo, no ha ejercido con el ejemplo y vaya a saber usted desde cuándo.

Hay temas de los que se están hablando y otros de los que vale la pena comenzar a hablar. Tal es el caso de nepotismo de Teresa Gasca que aunque navega con bandera de oveja, es un viejo y mal lobo de mar.

Resulta que metió a trabajar a su hija, Andrea Herrera García a la Universidad y no solo eso, sino que está adscrita a Rectoría, sin especificar qué puesto ocupa y estos son datos que pueden consultarse en el directorio. Es decir, a saber de cuándo cobra en el Departamento de Rectoría como posible aviadora.

Y no solo eso, pues es sabido en la Universidad que su esposo, Alberto Herrera, es el contratista favorito de Tere Gasca. En un cínico conflicto de intereses del que todo su equipo solapó, la flamante Rectora otorgó contratos directos a su esposo para realizar distintos proyectos en la Universidad, como obras y la instalación de las plumas fallidas de acceso. Nunca se rindió cuentas claras de estos proyectos que además dicho sea de paso, fueron proyectos que debieron ser concursado y otorgados por medio de licitación y no contrato directo.

Así se las gasta la Rectora de salida. Ni honor ni verdad hacia con la institución y mucho menos con los alumnos y docentes.

Eso sí, con todo y el claro nepotismo que ha ejercido y seguro promoverá que se siga ejerciendo, cada vez se hunda más con declaraciones en redes sociales que lejos de dejarla mejorar parada, dejando en claro su clara intromisión en este proceso electoral.

Lástima por quienes están pagando los platos rotos.