La postura del gobierno mexicano ante los organismos internacionales de derechos humanos ha sido muy confusa: dicen que tienen apertura al escrutinio internacional, pero en realidad no. Cuando hace un par de meses el Comité de Desapariciones Forzadas de la ONU emitió recomendaciones al país por considerar que en México las desapariciones son generalizadas, la Secretaría de Relaciones Exteriores, a cargo de José Antonio Meade, sacó un comunicado para aclarar que la ONU no tomó en cuenta las acciones que el Estado mexicano ha emprendido para combatir ese delito.
Ahora que el Relator de la ONU en materia de Tortura, Juan Méndez, presentó un informe en el que dijo que la tortura también es generalizada en México, el Secretario Meade salió a decir que el Relator “actuó de manera irresponsable, poco ética y sin sustento” y que era mejor ya no trabajar con él “por algún tiempo” .
Al parecer al Secretario de Relaciones Exteriores no le han gustado nada las afirmaciones que los funcionarios de la ONU han hecho sobre la situación de los derechos humanos en México. Abusando de la diplomacia, esperaba que la ONU destacara los “esfuerzos” del gobierno federal y en todo caso señalara críticas “constructivas”… Y para él una critica honesta no es constructiva.
Las reacciones del gobierno mexicano en contra del Relator son escalofriantes. No sólo decidieron que ya no era bienvenido en México sino que enviaron una carta a Joachim Rücker, Presidente del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, para expresar su “decepción, inconformidad y total desacuerdo” con la aseveración contenida en el informe del Relator.
Si así le va a un Relator de la ONU por denunciar tortura en México, imaginen el peligro que corren los periodistas y defensores de derechos humanos que no aplauden sino que investigan y denuncian todos los días la situación que se vive en el país.
Los escándalos de corrupción del gobierno mexicano son conocidos en todo el mundo. Con intentar negar lo que dice la ONU no aumentarán en nada su credibilidad, ni mejorarán su imagen. Al contrario, la reacción del gobierno mexicano sólo exhibe nuestra “inseguricracia” y aumenta nuestro desprestigio ante la comunidad internacional.
Se equivoca Meade, no es el gobierno el que debe sentirse decepcionado e inconforme, sino los ciudadanos. Para solucionar un problema, primero hay que reconocerlo. La situación de los derechos humanos en México no mejorará con negar la realidad, tensar las relaciones con los organismos de la ONU y cerrar la puerta a la cooperación internacional.
@PAOLASAEB
Fuente: Animal Político